ALGUNOS AFORISMOS O IMBECILIDADES SOBRE “EL REY DE LOS ANIMALES ES IDIOTA” Cinco personas, ángeles o animales, que más da. No me importa, me da lo mismo quienes sean esas cinco personas, ángeles o animales que en torno a una mesa destripan con mala leche lo que ven, lo que les rodea y lo que les ocurre. Me importa lo que dicen, lo que hacen, lo que respiran y las preguntas que dejan en el aire. Esta obra es un exceso, lo sé, me alegro. Cinco personas, ángeles o animales hacen un repaso de la sociedad, la política y a sus propias pasiones. Nos hablan de lo que ven y entre ellos todo llega al límite: violencia, amor, ternura, sexo. “El rey de los animales es idiota” es una obra impúdica. “El rey de los animales es idiota” es una historia de amor, mejor dicho varias historias de amor, y si puntualizamos con corrección deberíamos decir: es una historia de promiscuidad. Promiscuidad de sexo, promiscuidad de violencia, promiscuidad de ideas. Realmente en esta obra está todo mezclado.
Fragmento:
DIÁLOGO I
GONZALO.- Incapaz.
Idiota.
Absurdo.
Todo vuelve a la calma.
Tormenta pasada.
Todo tranquilo a nuestro alrededor.
JUAN.- Fuera todo se bate con violencia. Dentro también.
Mira, soy como ese árbol, se sigue batiendo y cada año tiene menos hojas y más ramas secas, va camino de no dar ni sombra, pierde utilidad.
GONZALO.- Estúpido. Enfermo. Corres el peligro de convertirte en un objeto decorativo a la puerta de la casa igual que el árbol.
JUAN.- Si no fuera porque veo batirse al árbol a la puerta de la casa todos los días, no sé cómo podría levantarme cada mañana.
DIÁLOGO II
CARLOS.- Cuántos amigos han compartido conmigo momentos de entusiasmo o dolor a lo largo de los años. Me pregunto qué habrá sido de sus vidas. Tener tiempo para recuperar viejas amistades. ¿Usted a qué se dedica? Yo, a recuperar viejas amistades.
¿Y esa ocupación es lucrativa?, se preguntaría mi interlocutor, y yo le mandaría a tomar por culo. Le diría: váyase a tomar por culo, me esta haciendo perder mi tiempo con sus jodidas preguntas.
A mí lo único que me satisface es ocupar mi tiempo. Ocuparlo sin más, no pasar por él, ni que él pase por mi.
No perderlo.
No me importa si mi tiempo es productivo.
No me interesa entretenerlo, tampoco distraerlo.
Sólo quiero ocuparlo.
Tampoco quiero atraparlo y poseerlo.
Sólo ocuparlo.
Yo ocupado en cada instante, sin más, al cien por cien, mi momento, vivir en su duración, sin querer que sea más largo o más corto.
Me obsesiona el paso del tiempo, tengo la continua y jodida sensación de que se me acaba; se me escapa entre los dedos. Por las noches al meterme en la cama entrelazo las manos con fuerza y miro las ranuras entre los dedos: de qué jodida manera, me digo, impediré que por aquí se esfume mi tiempo. Absurdo, pero es una sensación física: dedos gordos y el jodido tiempo me palpa las manos, se infiltra y abre surco, imparable. Cómo me jode. Para evitarlo no paro de hacer cosas. Cosas, es lo mismo el qué, hacer, yo solo o con más gente, hacer, hacer y hacer, hacer cosas y la jodida sensación de las manos gordas intentando frenar el tiempo no me abandona.