Primera parte de la trilogía Res non verba
«Realmente yo tuve un sueño. Tenía una imagen de mí misma durmiendo en constante movimiento, y dentro del propio sueño tenía la obsesión de que había un ritmo en esos constantes cambios y que ese ritmo era una clave importante para lo que yo buscaba en el movimiento. Me desperté y no lograba recuperar la clave. Había sido como una visión. De ahí viene la idea de «El sueño de Danae». Nuestro cuerpo cotidiano no se rige de forma tan clara como pensamos por un pensamiento práctico. Y lo onírico tiene que ver con eso que no podemos comprender, que no sabemos de dónde viene.»
El punto de partida del espectáculo era una proyección de súper ocho sobre el fondo negro del escenario, que mostraba la filmación del sueño de la propia coreógrafa en su cama una noche cualquiera. La película acelerada mostraba las imágenes de un cuerpo que se movía y cambiaba de posición abandonado a los efectos de la reacción inconsciente. Interponiéndose entre el proyector y la imagen proyectada, el cuerpo físico de la bailarina requería la atención del público, se lanzaba al suelo y ahí reelaboraba de forma consciente lo que en el sueño su cuerpo había producido inconscientemente.
Olga Mesa concibió Esto no es mi cuerpo como primera parte de una trilogía titulada Res, non verba (las cosas, no las palabras). Surgía de una preocupación: «Desconozco lo que piensa el cuerpo y lo que siente el pensamiento». Para avanzar en la búsqueda, Mesa recurrió al extrañamiento. «Me confronté con la danza a partir de la consideración del cuerpo como objeto: querer el cuerpo y al mismo tiempo odiarlo, sentirlo muy mío y al mismo tiempo como algo mecánico. La violencia generada por el extrañamiento se traducía en posiciones forzadas, bruscos desequilibrios, carreras en fuga de sí, presiones de las manos sobre distintas partes del tronco y la cara…
Bajo una banda sonora resultante del montaje de fragmentos musicales de muy diversa procedencia (textos de Raoul Haussman, interferencias y ruidos cotidianos), en la primera parte, «Mundus Sensibilis», Mesa componía un coreografía basada en movimientos violentos, apoyados por miradas tensas y momentos de inmovilidad, que truncaban y al mismo tiempo daban continuidad a las secuencias. En un momento dado, se lanzaba de costado contra el suelo, retorcía su cuerpo hasta llegar a una posición forzada, como de muñeco de trapo, se levantaba con una mano en el culo, en un gesto provocativo que no llegaba a ser obsceno…. O bien se presionaba una y otra vez el cuerpo, o lo estiraba, o simplemente lo golpeaba contra la pared, nuevamente contra el suelo, y lo mostraba entonces al público, como quien muestra sus heridas, asegurando: «esto no es mi cuerpo: ésta soy yo» o también: «esto no es mi cuerpo: es tu cuerpo». («Mi cuerpo vive una historia común a todos los cuerpos»).
La aparición del cellista, que seguía al desarrollo de la coreografía onírica en «El sueño de Danae», podría ser una exteriorización del contenido de ese sueño sólo físicamente explorado y, en cualquier caso, constituía una ruptura de la soledad y de la seriedad obsesivas que habían dominado hasta entonces la pieza. Junto al cellista, Mesa trataba en vano de seguir con el movimiento de su cuerpo las notas cada vez más rápidamente enlazadas del violoncelo. Y cuando el intérprete se desnudaba y continuaba así su interpretación, ella no parecía reaccionar a la nueva imagen y prolongaba la violencia sobre su cuerpo, una y otra vez oprimiendo con las manos sus caderas, su culo, sus pechos, sus sobacos…
La tercera parte, «Umbra Mundis» comenzaba con la proyección de un texto fragmentado de Rodrigo García, a la que seguía una imagen luminosa, irreconocible, ante la cual y contra la pared se desarrollaba una secuencia coreográfica que se expandía durante minutos, demorando un final que hurtaba repetidamente al público, después de haberse paseado por el escenario con un metrónomo en la cabeza. Su primer saludo, ficticio, seguía siendo parte de la coreografía, y el público había de aceptar que su aplauso fuera interrumpido para escuchar un poema que la coreógrafa especialmente le dedicaba.
José A. Sánchez,
Universidad de Castilla-La Mancha
Notas al programa:
Partitura visual escénica que habla sobre la naturaleza del movimiento, su origen y comunicación con aquello que le está pasando al cuerpo.
Desconozco lo que piensa el cuerpo y lo que siente el pensamiento.
Mi cuerpo vive una historia común a todos los cuerpos.
Observo la obediencia de sus instintos,
los pequeños errores,
sus dudas, accidentes,
sus manifestaciones involuntarias, apetencias
y torpezas.
He querido bailar en esta pieza el desorden de estas imperfecciones