La Escala Humana (Fragmento)
Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian
PERSONAJES.
Mini
Silvi
Leandro
Nene
Norberto Suardi
1.
Garaje atiborrado de cosas. El frente de un auto asoma por debajo de un cubre autos oscuro. Mini está de pie. Lleva un vestido floreado empapado de sangre fresca. Tres jóvenes (Leandro, Nene y Silvi) la escuchan, azorados.
MINI. Lo que más me llama la atención es que yo haya ido hasta el mercado con el cuchillo para el pan dentro del changuito. Es posible que se haya caído desde la mesada sin que me diera cuenta ¿no? De otra forma no le encuentro explicación.
Silencio.
¿Se acuerdan de Rebeca, la viuda de la otra cuadra, la de la casa de las hortensias? Bueno, estaba en el mercado, Rebeca, justo delante de mí, insistiendo en decirle pimientos a los ajíes, costumbre que me enferma. Yo le traté de explicar, don Guillermo también trató, pero la mujer estaba emperrada. Había gente esperando y… alguien dijo algo del barrio y de los accidentes de tránsito y del tiempo que hacía que el mercado era mercado. Me acuerdo también de un perro husmeando en la pescadería, que es el puesto que está pegado al de verduras. La cosa es que no me explico cómo, de pronto yo le estaba serruchando a Rebeca esta zona de acá. Se señala un costado de la base del cuello.
El cuchillo del pan es romo.
Silencio.
Si alguna vez se dignasen a preparar el desayuno lo sabrían. Sabés que no lo digo por vos, Pupú. Silencio. Quiero decir que por eso tuve que serruchar.
Silencio.
Bueno, a lo que iba: no compré limones. Las milanesas las vamos a comer con mayonesa o mostaza. Si no querés, Silvi, no las comas. Pero al mercado no puedo volver. Por lo menos hoy. Maté a alguien y tendría que estar buscándome la policía.
Sale.
2.
Los tres hermanos cargan un cuerpo envuelto en una bolsa negra.
SILVI. Se me resbala.
LEANDRO. No sueltes.
Silvi suelta. El peso del bulto se descompensa y cae al piso a pesar de que los hermanos intentan sostenerlo.
¿Por qué soltaste?
Silvi, acurrucada en el piso, llora.
NENE. Basta, Silvina. No le vi la cara. No se la vi.
LEANDRO. Dejala que llore.
SILVI. No estoy llorando.
NENE. Está llorando. Mirala. Mirate.
SILVI. Estoy angustiada ¿no se dan cuenta? No es lo mismo que llorar.
LEANDRO. ¿Dónde la metemos?
NENE. En la puertita del termo tanque.
LEANDRO. No va a entrar.
NENE. ¿No?
Silvi empieza a salir.
¿Dónde vas? ¡Silvi!
SILVI. Nos vieron todos.
NENE. ¿Quién nos vio?
SILVI. Todo el mundo.
LEANDRO. ¿Adónde vas?
SILVI. Estoy descompuesta.
NENE. Pará. ¿Quién nos vio?
SILVI. Uno de los mellizos. Estoy segura que nos vio.
NENE. ¿Qué, vos lo viste?
SILVI. Me pareció verlo.
NENE. ¿Cuál era?
SILVI. No sé.
NENE. ¿El tonto o el otro?
SILVI. No sé, te digo. Me siento mal.
LEANDRO. Dejala ir al baño.
NENE. Andá. Pero volvé pronto. Que no te vea mamá.
Silvi sale.
LEANDRO. La mierda… Tiene que ser el tonto. El otro está en el colegio a esta hora.
NENE. ¿Vos lo viste?
LEANDRO. No.
Pausa.
No me fijé.
Pausa.
Es cierto que siempre está mirando. Pero la verdad que no me fijé.
Silencio.
No. No la escondamos. Es muy arriesgado. Hay que enterrarla directamente.
NENE. ¿En el jardín?
LEANDRO. Sí. Y rápido. A las tres viene Julieta para el ensayo.
NENE. No, esperá. Hay que desmembrarla primero.
LEANDRO. ¿Vos decís… en…? ¿Desmembrarla?
NENE. ¿En cuántas partes te parece que…?
LEANDRO. Seis. Lo que se acostumbra. Cuatro miembros, cabeza y tronco.
NENE. No sé. El jardín es chico. Seis hoyos van a ser lo mismo que uno solo. Además es como dijiste, es lo que se acostumbra. Yo haría tres. Es un número ilógico para enterrar un cuerpo desmembrado. O un número todavía más absurdo sería el catorce, o el veintiséis. De cualquier manera habría que ir ablandando la tierra para que sea más fácil hacer los pozos.
A Silvi que acaba de reingresar.
¿Podés ir poniendo la manguera para que se vaya ablan…?
SILVI. Hay sangre en la vereda.
LEANDRO. ¿Cómo sangre?
SILVI. Sangre. Hay sangre en la vereda.
NENE. Andá a limpiarla.
SILVI. ¿Yo?
NENE. Sí. Andá. Baldeá la vereda. Todo el mundo baldea la vereda.
SILVI. No a esta hora. Mamá va a salir y se va a dar cuenta.
LEANDRO. ¿Dónde están las manchas?
SILVI. Acá. Adelante de la puerta.
LEANDRO. Saquemos el auto. Igual lo tenemos que sacar para el ensayo. Lo sacamos ahora. Las manchas van a quedar abajo del auto.
SILVI. (Por el cuerpo.) Necesito verla.
LEANDRO. Dejá, Silvi.
SILVI. (A Nene, por el envoltorio.) Abrí.
NENE. No, Silvi. ¿Para qué?
SILVI. Tengo que verla. Tengo que verla para tratar de entender que mamá mató a alguien. A ustedes puede no importarles porque son hombres, pero ella es mi modelo. Ella… Necesito verla.
LEANDRO. Es Rebeca, la viuda de la otra cuadra. No hay nada que ver.
Aparece Mini.
MINI. Chicos. Quiero decirles algo.
Pausa.
Les mentí.
Silencio prolongado.
No es cierto que no sé por qué lo hice. Lo hice porque lo odio. Hablo del padre de ustedes dos. Lo odio con toda el alma. Y a través de los años me vi siempre humillada por el desprecio de todo el mundo, incluido el de ustedes, que menospreciaban mi odio, lo desvalorizaban, y mi odio era real. Cada vez que me cruzaba con él (sigo hablando del padre de ustedes dos) yo hacía una pequeña puesta en escena de mi odio. Una estupidez, para algunos. Pero claro, aquellos que nos conocían a los dos, creían que todo lo que yo hacía, mis insultos, mis ademanes, mis torpes gestos de desprecio, mis escenas, que todo esto eran hijos del amor que aún se suponía existía entre nosotros. Sólo yo sabía alimentar ese odio, y sabía que ese odio era verdadero. Cuando se lleva una verdad tan sola, tan adentro, durante tanto tiempo, se termina por estallar. Por eso lo hice.
NENE. Pero mamá, papá murió hace quince años.
MINI. Pero mi odio no. Tenía que hacerlo. Tenía que matar.
NENE. ¿A Rebeca?
LEANDRO. No seas imbécil y callate.
MINI. No sé. Estoy confundida. No puedo ahora pensar en el raro destino de Rebeca, una mujer que apenas conocíamos del barrio. Pero yo sí lo conocí a él y por él creció este odio en mi pecho. ¿Por qué tuvo que ser Rebeca? No sé. No lo sé. ¿Cómo me ven? ¿Será posible que empiece una nueva vida para mí ahora?
Al Nene.
Tenés sangre ahí.
El Nene advierte una mancha de sangre en su mano.
No puedo seguir hablando. Tengo que descansar. En el fondo sé que no soy una asesina, no una asesina común. Es tan fácil juzgar estas cosas desde afuera. Tan fácil. No sé qué me va a pasar, pero siento que todo cambió. Hay milanesas en la heladera. Pueden prepararlas si quieren comer ahora. Después de freírlas tiren el aceite usado. Tiren todo, la generación de ustedes es una generación de basureros. No mezclan el vidrio con el cartón, revuelven en la basura para asegurarse que todo quede bien reciclado. Quieren parques, ustedes, quieren el cinturón ecológico, ustedes. Háganme el favor. Tiren lo que no sirve. La basura es basura. Y hay que aprender a desprenderse de ella sin tantos miramientos. Ahora, si quieren que se las prepare yo, van a tener que esperar a que me sienta con ánimo.
Sale. Silencio.
NENE. Bueno. ¿Empezamos?
SILVI. Me revienta que hable así de él.
LEANDRO. Vos eras muy chica, no te acordás. Era horrible ver cómo se peleaban. Y cuando no peleaban era peor. Se hacía un silencio insoportable. Cuando trajeron la noticia del avión… me alegré.
NENE. Silvi ¿por qué no buscás el cuchillo eléctrico? Así hacemos más rápido.
SILVI. Baldeá la vereda, poné la manguera, buscá el cuchillo. ¿Querés el cuchillo eléctrico? Buscátelo. Estoy harta de hacer de sirvienta de ustedes. Me voy al shopping.
Sale…