En Pascual Picanya, la cámara negra del escenario había sido sustituida por una cámara roja, con claras referencias a un espacio pornográfico (en el diseño de la escenografía había colaborado Jordi Benito), sólo ocupado por un piano de cola y una enorme lámpara de araña sobre él. La primera parte del espectáculo era protagonizada por la soprano Uma Ysamat y por el propio Carles Santos, vestido también de rojo: en solitario o en compañía de la soprano, Santos ejecutaba diversas partituras de desarrollo obsesivo, acompañado, acosado o agredido por la cantante, soportando el peso de la banqueta sobre su cabeza o su espalda, (a modo de mochila de tortura o casa de caracol), atacando el piano con los puños, las palmas o el antebrazo o entregándose al gimoteo de cancioncillas delirantes antes de abandonar una y otra vez la sala con paso firme o arrastrándose, pero siempre con fuertes golpes sobre la puerta roja que anunciaban sus salidas y sus entradas.
En otra secuencia del espectáculo, Uma Ysamat aparecía atrapada en una estructura que remitía a una gigantesca tela de araña, flanqueada por Carme Vidal y Mariaelena Roque (diseñadora del vestuario), quienes, vestidas de cuero y ataviadas con falos de látex negro, figuraban una masturbación masculina, acariciando y golpeando sus respectivos falos al ritmo de la música, primero con las manos, después contra el marco de la estructura y finalmente contra la cabeza del propio Santos. Después de convertir el escenario en un cañaveral plantado al ritmo de la música y que servía de escenario a nuevas escenas eróticas, el espectáculo concluía con un pasodoble (referencia a la reciente colaboración de Santos con Cesc Gelabert) en que al piano se añadía un singular instrumento de percusión: el culo desnudo de Mariaelena Roque que Ramón Torramilans tocaba sin compasión a la vista del público.