World of Interiors is a performance-installation with people lying on the floor, eyes closed, rather motionless. The 15 performers are whispering the angry and poetic words of the playwright Rodrigo Garcia. The audience has to approach the performers bodies to understand what they are saying. World of Interiors explores the border / relationship between spectators and the piece; it seeks to integrate the audience into the time and space of the performance and to identify the tensions between art and the codes that govern society. In this installation/performance, the spectator can enter and leave the performance space at will. He or she has the liberty to define how long to remain inside, whether to stay with one performer or move on to another one. Each performer has a different collage of texts to say. There is a score for the texts. They are part of a collective partition, with moments of silences, chorus and cannons.
(Extraído de la web de Ana Borralho y Joao Galante.)
La palabra, convertida en un acto colectivo, abre un espacio interior y al mismo tiempo compartido donde lo íntimo se desliga del ámbito del individuo para recuperar un terreno común. Ya desde el título se hace alusión a este mundo generado a través de la escucha. A pesar de la importancia simbólica de la mirada en la cultura occidental, la escucha es uno de los sentidos fundamentales en un medio como el teatro atravesado por la palabra. En este caso la escucha está intervenida para hacer de ella una acción colectiva. Esta acción se traduce en un paisaje sonoro que produce cierta extrañeza. Los intérpretes están tumbados boca arriba, dispersos en una sala amplia y diáfana, con los ojos cerrados, susurrando textos de Rodrigo García. En el festival Escena Contemporánea de Madrid, en el 2012, la obra se realizó a lo largo de dos horas. Durante este tiempo el público deambula entre los intérpretes tendidos en el suelo, pueden acercarse a uno u otro, sentarse o tumbarse, entrar en contacto físico o mantenerse al margen observando un paisaje en movimiento. La primera impresión del espectador al acceder a la sala es de desconcierto. Cuerpos tumbados, un cierto murmullo de fondo cuya procedencia no llega a identificarse, y grupos de personas que desde lejos se confunden con los intérpretes.
La ausencia de un punto fijo en el que centrar la mirada y la mezcla de los murmullos sobre el silencio de fondo hace que crezca un estado de dispersión en el que el espectador, con su deambular, es un elemento más. La obra no son los actores diciendo unos textos, sino la situación a la que dan lugar, de la que forma parte el público. Esta especie de instalación humana pone de relieve la dimensión sensible del acto mismo de la escucha. No se escuchan solo los textos de Rodrigo García, que según dónde se sitúe el espectador ni siquiera llegan a oírse, y que en algunos casos son dichos en distintos idiomas, sino también a quien los dice, el cómo se dicen, la situación que se forma, y finalmente a nosotros mismos en el acto de escuchar. El modo de decir los textos es el elemento clave del trabajo. Podrían haber sido dichos con los participantes de rodillas, mirando a la pared, como ocurre en Purgatory, también de Galante y Borralho, o de pie sobre una mesa, o simplemente de cara al público, lo que hubiera generado situaciones distintas. El susurro no convoca a una masa, invita a la proximidad, a unos pocos. Hace pensar en un ámbito de silencio y cercanía donde la sensación de intimidad se crea desde lo colectivo. El hecho de que los intérpretes tengan los ojos cerrados contribuye a que el medio sensible cobre autonomía en tanto que espacio de susurros que vienen de ninguna parte y se dirigen también a ningún lugar, simplemente se producen ahí, en ese momento. El origen de los textos, como también su contenido, actúa como una referencia lejana frente a la ausencia de emoción en la dicción y el tono neutro y constante, que elimina la dimensión sicológica. Esto produce una extraña sensación de pérdida de identidad que hace que se imponga la percepción de los cuerpos como organismos susurrantes sin una subjetividad propia, pero sí con una textura, un tono de voz y una presencia singulares. Para conseguir esta dicción, se les dicta a los intérpretes los textos a través de unos auriculares. Esto hace que estos tengan que poner la atención en aquello que están oyendo y no en darles un colorido emocional. La interioridad a la que hace referencia la obra no descubre el interior de unos sujetos, sino de un paisaje humano que se ofrece a una percepción sensorial cercana y envolvente, que más que visual habría que definir como táctil. Lo importante no es lo que se dice, sino la situación que se crea.
(Extraído de Óscar Cornago, Ensayos de teoría escénica. Teatralidad, público y democracia, Madrid, Abada, 2015.)
Esta obra fue destruida a partir de una invitación del Goethe Institut de Lisboa en la que se pedía a los artistas reflexionar sobre el texto de Benjamin “El carácter destructivo”. Para ello convierten World of interiors en un performance mediática en la que las tecnologías de la comunicación online aparecen en el lado opuesto del carácter íntimo y comunicativo que tenía la obra original.