«El punto de partida del proyecto fue la imagen de 120 actores en escena. El desafío para mí es lograr que tal cantidad de personas tan diferentes entre sí puedan ponerse de acuerdo, encontrarse en un terreno común. Son cientos de instrumentos distintos tocando la misma melodía. La multitud funciona muchas veces como si fuera un solo personaje. Vemos entonces durante el transcurso de la obra a 120 personas que al mismo tiempo se enojan, se esconden, lloran, bailan, cantan, corren. La obra nos introduce al interior de una multitud. En un inicio los grupos están disgregados, desencontrados, enemistados. Progresivamente la obra los va uniendo hasta integrarlos. En el final, los 120 intentan ser 1. La multitud de la obra representa a una multitud mayor que es la humanidad. Por otro lado, la primera multitud es el público que viene a ver el espectáculo. Es una multitud que mira a otra multitud y que, al igual que ésta última, está compuesta por gente variada y de todas las edades. De esta manera, podemos pensar la obra como un espejo y también como la interacción entre dos multitudes». (Federico León)