Yo en el futuro, estrenada por Federico León en el 2009 en el Kunsten Festival des Arts de Bruselas, es un suerte de ceremonia escénica de poco menos de una hora de duración, una ceremonia, por tanto, de la repetición, en el sentido de que lo escénico implica un espacio donde cada actor va a repetir su papel. Es el ritual de mostrar algo y mostrarse a otros, un ritual escénico por definición, y lo que se muestran son unas películas que los mismos personajes que las muestran grabaron de niños. Como todo ritual, tiene algo de confrontación con un pasado, que se hace presente en escena, y algo también de ya sabido, de aprendido.

La proyección de estas grabaciones ocupa el centro de la obra, pero no son el centro de la obra; el centro está en lo que ocurre en escena, en lo que está ocurriendo mientras se muestran esas imágenes, en cómo se están mirando y lo que experimentan quienes las miran, otro proceso escénico por naturaleza. Ese acto de mirar da lugar a un pequeño ritual de iniciación, donde los mayores inician a los menores, a través del hecho de mostrarles algo, de dirigirles la mirada, y con ella la vida, en un sentido determinado. Lo que se muestra tiene algo de secreto, de impúdico, quizá incluso de perverso. Como en todo ritual hay un grado de violencia, la violencia de un orden (escénico) impuesto, el orden preciso con el que todo tiene que suceder, con el que todo se tiene que repetir, el trauma del paso de un estado a otro, de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la vejez, la violencia de una pérdida del no saber. Los niños van a ser guiados para mirar esas imágenes y tomar nota, pero no tanto de lo que allí están viendo, junto a los mayores y a los jóvenes, sino sobre todo de ellos mismos mirándose en ese presente escénico, un acto iniciático que habrán de recordar cuando, años después, ellos sean los que dirijan la ceremonia.

 

Entrevista a Federico León en Alternativa Teatral