La creación del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas se planteó como un soplo de aire fresco al lado de los géneros supuestamente patrimoniales: la ópera, los clásicos, la zarzuela, los contemporáneos consagrados; un territorio donde, en igualdad de condiciones, trabajar en pro de determinadas utopías teatrales. Fue el proyecto más arriesgado de la nueva política teatral del momento.
«El objetivo de este centro es el estudio, investigación y experimentación de las nuevas formas escénicas españolas, a través del montaje y puesta en escena de espectáculos y obras de nuevos autores y grupos teatrales, con el fin primordial de asentar una dramaturgia de clara identidad nacional/nacionales, ilusionando a todos los profesionales del medio en un proyecto de participación y desarrollo de diferentes formas que conduzcan a una nueva sensibilidad, en el intento, precisamente, de romper los viejos esquemas que hoy mantienen el divorcio entre la práctica artística y amplísimas capas de la sociedad española. O dicho de otro modo, que los conceptos de experimental y popular no tienen por qué ser antagónicos, sino complementarios.»
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«A mí me gustaría retomar el espíritu de una serie de propuestas que quedaron formuladas, pero no se desarrollaron nunca. La forma de hacer, el estilo, el espíritu de los grupos independientes y los textos de autores que soñaron hacer algo diferente y que luego tampoco salió como ellos pretendían, porque no encontraron las condiciones precisas. Quisiera que se entendiera este proyecto de manera distinta a como habitualmente se miran esos contados y raquíticos gestos de la Administración respecto a las nuevas tendencias, a la investigación o a las innovaciones. Esto no es un apéndice de la política teatral que nace de la mala conciencia sobre el tema, y que se resuelve, a modo de ropero benéfico, con unas funciones los lunes para cubrir el expediente. No van por ahí los tiros, hay un planteamiento de principio que me propongo llevar a rajatabla: sólo se va a producir en este centro obras de autores españoles o producciones creadas por colectivos o grupos españoles. Es decir, obras vivas, contemporáneas -con texto o sin él-, pero que puedan situarse en una nueva sensibilidad. Puede ser muy interesante conocer los textos de Handke o de Kroetz, los autores italianos de la transavanguardia… pero lo es mucho más, dar salida a nuestro teatro olvidado, difícil, desconocido (…).»
Guillermo Heras, El Público Núm. 4, Enero 1984, Madrid.