EL TERRITORIO HUMANO
Pasar. Pasar como sea y de la manera que sea. Lo sabes. Sólo tratas
de pasar. Pasar. Pasar. Seguir adelante o seguir en el mismo sitio.
Pasar ¿qué? Pasar el tiempo. Pasar la vida. Pasar ahora. Como sea.
Pasar. Dices: estoy bien así, estoy bien así, y vuelves a decirlo, y lo
dices todos los días, muchas veces al día, me lo dices, lo dices, lo
escribes… sueltas otras palabras: paranoia, desinterés. Frases: saber
que no valgo para nada porque me dicen sin decírmelo que no valgo
para nada, porque me imagino que dicen que no valgo para nada.
Dudas: ¿no valgo porque dicen que no valgo o no valgo porque digo
que no valgo? ¿y si resultara que valgo? ¿que valgo a pesar de que
todos creen o yo creo que no valgo y yo mismo creo que no valgo, que
valgo, que puedo valer, que podría valer, que ahora mismo valgo? El
valor no es nada más que valor, el hecho es hecho… hechos… hechos
que no excluyen, que incluyen… Siempre pensaste que incluir
significaba excluir, sin nunca decidirte a abrir todas aquellas puertas
con habitaciones para huéspedes. ¡Son puertas falsas! No lo son, y
aunque lo fueran, las puertas aun falsas, tienen agarraderas para
manos desesperadas, para manos curiosas…
EL TERRITORIO DE LA MESA
Levantarse por la mañana y soportar toda la gravedad, una gravedad
superior a la resistencia / querer estar de pie. Saber que
inevitablemente se volverá a la cama sofá silla suelo. La incapacidad
absoluta no ya de permanecer de pie, sino de pensar en permanecer
de pie. Buscar soluciones a la permanente horizontalidad. Vueltas y
más vueltas a los disquetes del pensamiento para no encontrar más
que las inútiles soluciones de siempre, soluciones sabidas por su
ineficacia, soluciones mil veces utilizadas y mil veces fracasadas.
Insistir en revolver y revolver sabiendo que ninguna fórmula nueva
(aparecerá), ninguna palabra inédita (aparecerá), mucho menos una
idea inédita aparecerá.
VÉRTIGO
¡Deja de soñar con el vértigo! ¡Este balcón está demasiado alto!
este asfalto demasiado duro
siempre pensé que toda calle debería disponer de una red de circo
cada día cada hora cada minuto
podrías arrojarte por el balcón
siempre arrojarte
siempre
cuando quisieras
como quisieras
a cualquier hora
de cualquier manera
acto acción afirmación
¡siempre podrás agarrarte a un cable eléctrico!
después del café me arrojo por el balcón
después de la comida me arrojo por el balcón
si llaman a la puerta me arrojo por el balcón
si suena el teléfono me arrojo por el balcón
si llega una carta me arrojo por el balcón
después de cenar justo después de cenar después de terminar el postre
después de limpiarme los labios con la servilleta de papel
quizá después de lavarme los dientes de enjuagarme la boca de
secarme con la toalla
después de peinarme me arrojo por el balcón
me arrojo por el balcón siempre
todos deberían arrojarse por el balcón siempre
todos, siempre
una ciudad de arrojados siempre
arrojados ya sea por voluntad propia o ajena, mejor propia,
para arrojados
al fin siempre
arrojados por cualquier motivo siempre
por cualquier queja siempre
arrojarse todos los días cada día siempre
saber que ahora te arrojas que después volverás a arrojarte
que mañana también te arrojarás
y así, siempre.
TODO EL MAR
Desde ahora mismo
Dimito de todos los trabajos que tuve, de todas las horas, minutos,
meses en que «me obligué» a hacer «obligaciones». Desde ahora mismo
no más obligaciones, sólo necesidades.
Era un trabajo sin esfuerzo, sin esfuerzo ni mental ni físico, me lo
habían dicho, no tienes que hacer ningún esfuerzo… pero tenía que
estar allí, y estar allí —que no me hablen de las galeras— era una
tortura por segundo, a tortura por segundo, la más refinada y cada vez
más sutil tortura por segundo. Descubrí un manual, mi propio manual,
manual interminable de la tortura. Mi propia mente inventaba sin cesar
y aparentemente sin final las torturas más abyectas, por segundo, cada
segundo, sin falta, inagotablemente. Así que no me hablen de
torturadores, yo mismo soy un torturador, sin ir más lejos el más
experto, el más creativo, el más certero. Ya no hago nada que ponga
en funcionamiento mis cualidades torturadoras. Soy un torturador y
una víctima en vacaciones. Vacaciones perpetuas. Así que nadie me
obliga, ni yo me obligo. No más obligaciones. Hoy me levanté y me
dije, no más obligaciones, ya no soy más torturador, ya no soy más
víctima…
ya no me obligo ya no me obligan no me dejo obligar
ni dejo que me obliguen ni nadie se atreve a obligarme
ni nadie me obliga ya más
ni siquiera me obligo a fumar un pitillo mucho menos a comerme el
asqueroso queso del restaurante, aún mucho menos a contentar al
gato. El gato me tiene harto. Harto de tirarlo por la ventana. Harto de
comprarle botes en el supermercado. Harto de su olor. Ya lo digo, el
gato me tiene harto. Y aún así era capaz de pagar a la pandilla de críos
para que lo buscaran cuando se perdía. Nunca supe por qué se perdía.
Nunca lo supe. Ahora soy yo el que se pierde. Hoy empiezo a
perderme. A perderme completamente. Sólo completamente perdido sé
del buen sabor del pescado, mucho más del aire, y cómo no, mucho
más del mar. Llegué a depositar el mar, todo el mar, encima de la
mesa. Ahora lo llevo en el bolsillo, todo el mar en el bolsillo. Así que
dejad de buscar el mar. El mar lo tengo yo. Yo tengo todo el mar. En el
bolsillo. Y no pienso soltarlo. Así que no obligarme a nada. Ni siquiera a
soltar el mar.
volar volar volar volar volar volar volar volar volar volar
volarvolarvolarvolarvolarvolarvolarvolarvolarvolarvolarvolar
viste cómo se abrían las paredes
cómo se alejaba la ventana cómo se hundía el suelo
te quedaste en el aire suspendido allí
sentado en tu cama viste bailar la ciudad
quisiste hablar y hablaste
le hablaste a la montaña lejana al árbol a la nube
nunca supiste lo que decías
pero sabías que lo que decías era lo justo nada más que lo justo
no podía ser otra cosa ninguna otra cosa lo sabías
cama y cuerpo os precipitasteis en aquella raja de hormigón y viento
supiste del impacto terminal
de la división del cuerpo en siete pedazos
del valor de un pie suelto
del cerebro abierto
y ahora sabes
que todo empezó terminó con un pensamiento
sólo con un pensamiento con nada más que un pensamiento
pensaste ME HUNDO ME HUNDO ME HUNDO
y te hundiste
EL TERRITORIO DE LAS PUERTAS
Lo tengo claro, decía, el mejor estado posible es el estado de la
derrota. Aceptar la derrota, decía, es la liberación, el descanso, el
sueño, el pasear despacio, el masticar lento, el nadar rápido. La
derrota, decía, es volver a nacer. Pero volver a nacer mayor. Siempre
pensé, decía, que nacer mayor sería lo recomendable, lo más lógico y
preciso. Nacer mayor y derrotado, decía, sería la mejor de las loterías.
Nacer bebé berreante, decía, es lo más abyecto, o uno de los hechos
más abyectos de entre los muchos hechos abyectos por los que hay
que transitar. Vivir con la derrota, decía, es respirar el único aire no
contaminado de la atmósfera. Vivir victorioso, aunque sea
aparentemente victorioso, o buscar la victoria, aunque sea una victoria
ficticia, porfiar por la victoria, aunque sea imposible, persistir en la
línea de la victoria, es todo aquello que rompe el estómago, decía. Y
cuando se te rompe el estómago, decía, aunque el estómago
permanezca médicamente impecable, nuevo, es la náusea, el vómito,
la hinchazón, el mareo, el vértigo, el insomnio. Siempre busqué la
derrota, decía, y en su defecto el silencio, la otra orilla, decía. A
condición de que fuera un silencio interminable, decía. El silencio,
decía, sólo es aconsejable, sólo es disfrutable, sólo es maravilloso e
imprescindible cuando es interminable, sin pausa. Una pausa, una sola
pausa, decía, golpea mortalmente el silencio, y si te quedas con el
silencio muerto entre las manos, cuando el silencio es tu condición, te
ahogas, y si te ahogas, lo tienes crudo, decía. Mira, decía, pueden
pasarte muchas cosas en la vida, la peor, la más atroz, es que te
ahogues, la peor cosa. Lo mejor del silencio es que no te deja tiempo
para pensar, por lo menos no te deja tiempo para pensar tonterías,
decía.
blindar la puerta la ventana ¿de qué ventana hablas?
nunca volveré a salir a menos que se hunda la casa
nunca volveré a marearme ante el aire de la escalera
rostro de vecino
precipicio ascensor
nunca volveré a quedar atrapado en la oscuridad tiempo sin tiempo de
la claustrofobia
los lugares demasiado pequeños golpean
Blindar la puerta la ventana
¿de qué ventana hablas?