[Aupa] tiene que ver con toda mi colección de tropiezos y también algunos empujones que me fueron quitando cierta estabilidad, por eso danzaba como un garabato casi sin soporte físico y por eso aparecía el golpe dominando todo el movimiento y como consecuencia la sensación medio desnuda y desolada que queda tras él… El vacío de cuando algo se rompe. / Finalmente, el razonamiento del dolo y el placer de la reconstrucción que ma ido poniendo enpie poco a poco. Esto es ¡Aupa! / El garabato está continuamente maltratando la forma para sobrevivir, para no morir en ella, para protegerte del pudo que tanto la caracteriza, y en mi trabajo lo que trato es de convertir el pensamiento en danza, proteger al desconcierto y conducir salpicando esos gestos extraviados, protestones y miedosos que se arriman al ombligo y se confuden con la carne misma. Hablo de escuchar a esos gestos que golpean para salir en mi danza, es por esto que mis danzas están llenas de golpes. Hay movimientos que salen casi a presión y movimientos tan pequeños y asustados que no se tienen en pie. Esto es lo que produce una sensación de desequilibrio en mi cuerpo. / Observo esa actitud que los niños disfrutan de saber descubrir hasta lo invisible en cada cosa por la necesidad de ser poseídos por ellas. Por eso busco esa atención que aparece justo cuando uno se distrae, porque es en el juego donde uno se delata, el pensamiento se convierte en danza y el pudor se escapa de puntillas. / Trato de penetrar en la pausa, de hurgar en ella y de hacerle preguntas al azar. Es algo que está antes de que la palabra puede producir y que el pensamiento no llega siquiera a darle forma… cierta reconciliación. / Lo que encuentro tantas veces es a mí cantando una nana propia con la intención de sacudir el miedo. / Así la forma como tal queda desarticulada y los movimientos son como son, danzan, se relacionan y unos se empujan a otros mientras que el espacio a su vez, a quien empuja es a mí.
Mónica Valenciano, 1987