Podía ver cómo al despertar, en un ojo se me abría de noche. Ya estaba en pie, con un sabor extraño a ombligo hueco y las cinco vocales aeiouaieuo desnudas formando un garbato debajo de la lengua. / Qué decirme mientras escuchaba al mismo tiempo unos platillos y ese vértigo que guarda el infinito cuando canta la tabla de multiplicar / Estoy danzando con un ritmo sobre otro ritmo y o… o, el vestido del revés con todo el peso de un lado… por el vuelto descosido.
Mónica Valenciano (Fases, 1, febrero 1991, p. 9)